LLAMADA...
Me encuentro a un lado de un teléfono que me llama
a gritos pidiéndome tú número ¿Qué número? No sé, sólo sé que me lo exige,
quiere que te marque, así, cómo tú me dejaste marcado.
En mi frente quedaron las marcas de alegrías y
sonrisas que solo tú me otorgas, con risas que solo tú haces y causas. En mis
manos quedaron las marcas de tus dedos apretándome fuerte, como si no quisieras
que me fuera o más bien como no queriendo que me pierda, y yo me he perdido
tantas veces desde que te fuiste, las marcas de tus dedos a veces me recuerdan
el camino. En las camas, en todas las que nos acostamos y hasta en esta que
jamás has tocado, está la marca de tu cuerpo, su silueta aún se nota y a veces
hasta la abrazo o lo intento. En mi garganta está marcado tu nombre, tan hondamente
que lo menciono a veces sin querer o tal vez es queriendo, como invocándote y
ver si apareces. En mis pies quedo marcado el camino hacia ti, en ocasiones me
llevan por donde anduvimos o por dónde vivías, sí, en ocasiones tránsito por
los alrededores de tu casa, sabiendo que no estas, que ya no la habitas, pero
imaginando que en la casualidad puedo verte, encontrarte y tal vez saludarte.
Y en mi alma no quedo marca, ella más bien se rasgó
y los pedazos faltantes los tiene tu alma y si ella no los tiene, en algún lado
quedaron sueltos, solos, perdidos, rotos. Y aún así no puedo marcarte, el
teléfono se queda con sus gritos blancos, sin sonido. Y yo me quedo con la
melancolía y el lamento de tu ausencia y mi añoranza.
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