Cuantas veces hay que desnudarte para mostrarte todo mi deseo y lo que mi deseo en ti significa para mi, cuantos besos debo regalarte para que creas todo lo que te digo y el cómo lo digo; besos tan dulces que podría construir una colmena, tan tiernos que se derriten en los labios y se embarran y se mojan y se quedan húmedos, besos tan hondos que tocan la garganta y tratan de entender lo que el otro dice, besos tan apasionados que se desbordan en las manos de caricias, en los cuerpos frotándose, en la pelvis danzando, besos tan fuertes que muerden y aprisionan y delatan aquel deseo del que hablaba. Más besos para intercambiar almas o al menos tocarlas, verlas; el vaho en las pupilas del otro, la mirada hundida en tus labios, besos de labios, de boca, de lengua para ver si hablamos el mismo idioma, aquí no hay torre de lenguajes distintos, hay lenguas con vocabularios similares... besos, el idioma del deseo, dime con tus besos y sabré cuánto deseas, cuánto quieres, cuánto necesitas.